Cuando las parejas se casan, suele ser porque están locamente enamoradas y quieren pasar el resto de sus vidas la una con la otra. Por desgracia, no todos los matrimonios tienen un final de cuento de hadas. De hecho, la mitad de los matrimonios en EE.UU. acaban en divorcio. divorcio.
Por supuesto, la mayoría de la gente no se levanta un día y decide que quiere dejarlo. Por lo general, su matrimonio ha estado enfermo y en estado de deterioro durante mucho tiempo.
En este artículo analizamos las seis etapas de la crisis matrimonial. Reconocer estas señales puede marcar la diferencia entre salvar la relación o acabar en los tribunales.
1. "Etapa "Luna de miel
Esta etapa marca un hermoso comienzo en el que ambos miembros de la pareja están perdidamente enamorados y en total sintonía. Se ven como compañeros, mejores amigos y confidentes. Comparten objetivos comunes, disfrutan pasando tiempo juntos y resuelven los conflictos de forma sana. Su futuro es brillante y sus sueños grandes. Están construyendo unos cimientos que saben que resistirán el paso del tiempo.
Esta etapa es a la vez un regalo y una responsabilidad, y marca la pauta para el camino que queda por recorrer. Es un momento que los cónyuges deben valorar y trabajar activamente para mantener durante todo el matrimonio.
2. Etapa de desilusión
La segunda etapa es cuando la vida se vuelve real. Es cuando la pareja feliz se da cuenta de que su pareja no es perfecta y de que el amor por sí solo no puede resolver todos sus problemas. Pueden empezar a sentirse decepcionados, molestos o irritados porque su cónyuge no cumple sus expectativas. Pequeñas manías o idiosincrasias que antes resultaban entrañables pueden empezar a crispar los nervios. Esta etapa se conoce a veces como la fase "Uh-oh", en la que uno o ambos cónyuges empiezan a preguntarse si han cometido un error.
La comunicación suele ser la primera víctima de esta etapa. En lugar de diálogos abiertos y comprensión empática, pueden surgir la crítica, el desprecio y la actitud defensiva. Los pequeños desacuerdos pueden desencadenar conflictos importantes, y la forma en que las parejas afrontan estas disputas es crucial.
Esta etapa no debe verse como una señal de fracaso, sino como una oportunidad. Es el momento de volver a comprometerse con la pareja mediante acciones y palabras, de abordar los problemas de frente en lugar de dejar que se enconen y de encontrar formas de volver a conectar con las razones por las que se enamoraron en primer lugar.
3. Etapa de conflicto constante
Cuando la desilusión y el descontento se enconan, pueden conducir a la tercera fase de la crisis matrimonial: el conflicto constante. En esta etapa, los problemas pueden empezar a parecer insuperables. La pareja está en conflicto constante y los desacuerdos sobre las finanzas, la crianza de los hijos o asuntos triviales se convierten en algo habitual. Las críticas pueden llegar a ser personales, la confianza puede erosionarse y, en el fragor de una discusión, la pareja puede decir o hacer cosas de las que es difícil retractarse.
Esta fase, si no se controla, puede causar graves daños a los vínculos conyugales, y la separación o el divorcio pueden pasar por la mente del cónyuge o cónyuges desilusionados. Esta es la fase en la que el apoyo externo, como terapia matrimonialpuede marcar una gran diferencia a la hora de ayudar a las parejas a identificar y abordar problemas más profundos. La voluntad de buscar ayuda durante esta etapa puede significar la diferencia entre revivir la relación o continuar por un camino que podría llevar a su disolución.
4. Etapa de desprendimiento
Cuando el conflicto persiste, la pareja puede entrar en una fase que, en apariencia, puede parecer más tranquila, pero que en realidad es indicativa de una profunda desconexión: la fase de desapego. En esta fase, los miembros de la pareja pueden empezar a alejarse emocionalmente del otro para hacer frente a los continuos conflictos. Es una forma de autopreservación, una manera de evitar el dolor constante que las interacciones han llegado a representar. Aunque este distanciamiento puede aportar una paz superficial, es una importante señal de alarma, pues indica problemas profundos que no se han resuelto, sino que se han ignorado.
En esta etapa, las parejas pueden empezar a vivir más como compañeros de piso que como cónyuges, con interacciones más funcionales que afectivas. Las conversaciones pueden limitarse a la logística y las necesidades, evitando temas más profundos que podrían generar conflictos. La intimidad emocional que una vez definió la relación es un recuerdo lejano, y las actividades, incluso si se hacen juntos, se llevan a cabo por rutina más que por un deseo genuino de la compañía del otro. Y lo que es aún más preocupante, uno o ambos cónyuges pueden empezar a satisfacer sus necesidades emocionales fuera del matrimonio, ya sea a través del trabajo, las aficiones, las relaciones sociales o incluso la infidelidad, lo que aumenta aún más la distancia entre ellos.
En esta fase de crisis matrimonial, la reparación es posible, aunque requiere un esfuerzo considerable. Las parejas deben reconocer la distancia que se ha creado y tomar medidas deliberadas para salvar la brecha emocional. Reavivar la intimidad emocional es crucial, ya sea pasando tiempo juntos, estableciendo una comunicación honesta y abierta, volviendo a vivir las experiencias que una vez les hicieron felices o buscando la ayuda de un terapeuta matrimonial. La etapa del desapego es una encrucijada crítica.
5. Etapa de pérdida de esperanza
Un profundo sentimiento de desesperanza puede aparecer cuando un matrimonio entra en la quinta fase, ensombreciendo una relación que antes parecía invencible. Esta etapa se caracteriza por un cambio significativo: los esfuerzos por mejorar la relación ya no parecen valer la pena. La creencia de que las cosas pueden mejorar disminuye, y lo que una vez fue una relación de pareja puede parecer una trampa de la que no hay escapatoria. No se trata sólo de la pérdida de esperanza, sino también de la evaporación de la motivación para intentar recuperar lo que se ha perdido.
Durante esta fase de la crisis matrimonial, uno o ambos cónyuges pueden empezar a visualizar sus vidas por separado e incluso pueden encontrar alivio en ese pensamiento. Este cambio mental y emocional hacia la vida fuera del matrimonio es un signo revelador de la profunda desconexión que se ha producido. Las conversaciones sobre el futuro de la relación pueden ser recibidas con indiferencia. El dolor del conflicto, el silencio del desapego y las decepciones acumuladas conducen a la resignación de que el amor que una vez fue ya no existe.
La clave para superar esta fase es volver a encender, aunque sea tenuemente, la chispa de la esperanza. Implica recordar por qué valió la pena luchar por el matrimonio una vez y creer que puede volver a valer la pena luchar por él. Requiere voluntad de cambio, no sólo en uno de los miembros de la pareja, sino en ambos, y en la propia dinámica de la relación. Esta etapa es una llamada a la acción: a comunicarse abiertamente, a buscar apoyo y a afrontar los problemas que han llevado al matrimonio a este punto. Es un recordatorio de que, aunque la esperanza parezca lejana, nunca está completamente fuera de nuestro alcance.
6. Etapa de toma de decisiones
Llegar a esta etapa significa un momento crucial en la crisis matrimonial. La insatisfacción, el dolor y tal vez la traición han llevado a la pareja a un punto crítico de decisión: determinar si el matrimonio puede salvarse o si ha llegado el momento de separarse y proceder al divorcio.
Esta fase es tanto de introspección como de evaluación de la relación. Ambos cónyuges deben evaluar honestamente sus sentimientos, su papel en el deterioro del matrimonio y su voluntad de invertir en la reconciliación y la reparación. Se trata de sopesar la gravedad de sus problemas y agravios frente a las cualidades rescatables del matrimonio y la vida que han construido juntos. ¿Los problemas a los que se enfrentan son superables o las desavenencias son demasiado profundas? ¿Queda suficiente amor, respeto y compromiso para justificar un esfuerzo dedicado a la reconstrucción, o los cimientos se han derrumbado sin remedio?
Para muchos, esta decisión no se toma de forma aislada ni precipitada. Puede implicar mucho examen de conciencia, conversaciones con confidentes y familiares de confianza, asesoramiento matrimonial o incluso un período de separación. Independientemente del camino que se tome, es vital abordar esta etapa con una comunicación abierta, honestidad y conciencia de uno mismo. La decisión de salvar un matrimonio o ponerle fin no es fácil, pero afectará profundamente a ambos cónyuges y, si son padres, a sus hijos.
¿Crisis matrimonial que acaba en divorcio? Podemos ayudarle.
Si se ha tomado la decisión de poner fin al matrimonio, el siguiente paso es iniciar el proceso de divorcio. Puede ser un viaje complicado y emotivo, sobre todo si hay niños de por medio. Por eso es fundamental contar con el equipo jurídico adecuado.
En Varghese Summersett Grupo de Derecho de FamiliaEntendemos que el divorcio puede ser abrumador y estresante. Nuestros abogados de derecho de familia compasivos y experimentados le guiarán a través de cada paso del proceso, de solicitud de divorcio a división de activos y custodia de menores y soporte. Trabajaremos incansablemente para proteger sus derechos y lograr el mejor resultado posible para usted y su familia.
Nuestro equipo también está bien versado en métodos alternativos de resolución de disputas, como la mediación, que puede ahorrar tiempo, dinero y tensión emocional durante un divorcio. Estamos dedicados a encontrar la resolución más eficiente y amistosa para nuestros clientes.
Si cree que el divorcio es su próximo paso, no dude en ponerse en contacto con nosotros. Contacte con nosotros hoy en (817) 900-3220 o contacto en línea. No estás solo; estaremos contigo en cada paso del camino.